“Our time is running out, you can’t push it
underground, you can’t stop it screaming out”
Pasaba una
y otra vez.
Presumiendo su eternidad, su
alcance, su poderío.
Estuvo cuando nací, en mi fiesta de
tres años, en el concurso de conocimientos donde quedé en segundo lugar, en mis
graduaciones, en mis conflictos, en mis peleas y en mis pesares. También fue
testigo de mis mejores días y de mis carcajadas más fuertes, eso no puede
negarse.
Siempre me busca pero lo
ignoro y hago como que no está, la verdad es que le tengo miedo desde que recuerdo; si no era porque temía que se llevara a mis padres, era porque sabía que no había plazo que no se cumpliera, así fuera un examen o un tenemos que hablar, siempre llegaba. Entonces cuando soy yo la que quiero
hablar con él sucede lo mismo y finge que no me ve, que no me
escucha, que no me siente: que no estoy.
Quisiera no tener que pedirle nada
pero me es inevitable, me tiene desde que di mi primer grito cuando salí de
donde nunca debí: el vientre de mi madre. Ese lugar cálido, húmedo y seguro. Es
el mejor búnker que he tenido pero fue él mismo quien decidió que sólo
estuviera nueve meses y una semana dentro, me concedió una semana más, ¡qué benevolente!
Pasaron veintidós años y de repente
me di cuenta que ya era su esclava y él gustaba de mover mi mundo cuando y como
quería. No tenía opción, yo era suya pero él mío no.
Todos los días, o las noches, viene
a susurrarme que seguirá pasando y no puedo hacer nada contra él, es cuando
mi sumisión brota, agacho la mirada y dejo que pase incluso abriéndole camino. Soy
indefensa e inútil ante él, está escrito que siempre me
llevará la delantera. Yo sigo viendo al suelo, esperanzada a que en mi camino me
encuentre una moneda de la suerte o algo que me distraiga. Nunca pasa.
Justo ahora está aquí, diciéndome
que me resigne, que pasó, pasa y lo seguirá haciendo, que no hay vuelta atrás, que el hubiera existe, pero no, y que me queda menos para arrepentirme de lo que hice o dejé de hacer, que no me desgaste, que mis decisiones fueron mías solamente y hay que aprender a vivir con sus consecuencias. Es sensato el maldito. Es cruel, es duro y no sabe
de tacto pero sigue conmigo, es mi compañero.
"Yo sólo paso y tú estás para
mí porque no es tu obligación, es tu naturaleza".
Entonces me quedo sentada, esperando
que camine de la forma en que más le agrade, sé que seguirá hasta que se me
acaben las letras pero espero que no siempre esté recordándome su
omnipresencia.
Sé que es inevitable
que sigas pasando pero te pido seas amable. De cualquier manera yo siempre voy
a estar donde tú digas, querido tiempo.
Creo que te odio.