5.4.23

365 días

"El perro se ha ido. Lo echamos de menos. Cuando suena el timbre, nadie ladra. Cuando volvemos tarde a casa, no hay nadie esperándonos. Seguimos encontrándonos pelos blancos aquí y allí por toda la casa y en nuestra ropa. Los recogemos. Deberíamos tirarlos. Pero es lo único que nos queda de él. No los tiramos. Tenemos la esperanza de que si recogemos suficiente pelo, seremos capaces de recomponer al perro"

- Lydia Davis.

Extraño también sus casi 3 kilos. Su calor acostado en los huequitos de mis piernas al dormir. Su manchita color café con leche en el lomito. Su lunar por el que tenía que advertirle a sus peluqueros que tuvieran cuidado para que no la lastimaran. Su ojito albino. Su amor. Su desdén. Sus ladridos. Su desesperación porque no le daba rápido sus antojos. Su amor y su desdén. Sus mordidas. Su olor. Las gomitas de sus patas. Su desdén amoroso o su amor desdeñoso. 

Extraño todavía más el tiempo que en mi cabeza faltaba para que mi perra muriera. 

Hace un año sentí dolor en serio porque decidí que lo que más quería ya no debería sufrir. Así debía ser. Mi amor tenía que ser más fuerte que mi egoísmo para retenerla, aunque tenía más de dos semanas que se había ido. Raúl me ayudó mucho. Entonces Raúl se fue y sentí necesitar a Estopa para que me ayudara a no extrañarlo, o necesitarlo, y se volvió un círculo muy extraño de entes que me dejaron sola en un plano que, la mayor parte del tiempo, no entiendo. Por ahí deben de andar. 

Estopa cumple un año de estar sin mí. Ha de ser bien feliz, la perra 🐬🤍

11.4.21

¿Y si mejor chiflas cuando esté cerca?

 Yo no quiero alguien que me ame tanto que me necesite; nomás que chifle de contento cuando sepa que estoy cerca.


Mi mamá se va al rancho cada 3 semanas a cuidar a mi abuelita. De domingo a domingo. Mi papá se queda en la casa con mi hermana, Estopa y yo y -aunque puede no hacerlo porque es el dueño- cuando mi mamá no está, se avienta el turno completo en el Modelorama.

Toda la semana, desde el lunes hasta el sábado porque el domingo va por mi mamá al rancho, va de 10 am a 9 pm al trabajo. Llega a las casi 10, cena cualquier cosa, y se mete a su cuarto a 'ver tele' hasta que se queda dormido.

La semana pasada prácticamente estuve sólo con Estopa en la casa porque hubo mucha gente por Semana Santa y mi hermana trabajo día y noche. Cuando él llegaba yo ya estaba dormida y cuando se iba también. 

Nada más hablábamos por teléfono. Se le nota el extrañamiento en las ganas de no hablar conmigo.

El domingo, Marcos se va por su señora al rancho, no tan tarde para poder asar carne o freír pescados y comer ahí con ellos.

El lunes ya mi mamá está en casa, lo normal; hace sus cosas de El Hogar, ve TV, hace ejercicio, se pelea con Estopa, etc... Cuando ella está, mi papá a las 4 está en la casa para comer con quien esté, pero mi mamá va de cajón.

Tienen 48 años juntos, se pelean o se ríen de nada.

Pero cuando mi mamá está, mi papá chifla alguna canción. 

Aunque no estén en el mismo cuarto; se va a regar las plantas, le da manzana a Estopa, hace sus cuentas... Chiflando.

Yo no me había dado cuenta, pero sentí bonito de pensar que el amor real sí existe pero -claro que habrá excepciones- no es instantáneo; se construye, se acompaña, se planea, se cocina a fuego lento. 

Y si chiflas mientras eso pasa, quizá la espera sea más amena.

26.1.20

Reborujada

¿Sabes? A veces despierto con el alma reborujada. 

La palabra "reborujar" podría aludir a algo revuelto/enmarañado/confundido y debe de haber muchos más significados pero es como yo la uso. Es como así aprendí.

A veces nada más me despierta la idea de que en la noche voy a morir y me levanto a girar la llave para que esté abierta la puerta y sólo tengan que romper un vidrio cuando entren por mi cuerpo. 

También hay días en que, a media noche, me pongo a llorar porque empiezo a pensar en que cosas pequeñas', como el no saber conducir, harán que no llegue al hospital a tiempo cuando mi papá se ponga mal y morirá por mi culpa. Él está sano. 

Pero lo pienso. Y me reboruja el centro. Y me descontrola el pulso y la voluntad para manejar mi mandíbula y mis manos torpes. Y me hace hiperventilar porque no sé cómo desenredar mi reboruje para volver a sentirme tranquila.

Hace un tiempo estaba segura y abierta de hablar sobre lo que pasa, pero entonces leo/veo que la mayoría de la gente es muy estable y controlada y he llegado a un punto en donde creo que las redes sociales -o que el tema esté sobre la mesa- me están haciendo flaquear, e incluso hacer que me dé vergüenza ser así de débil y no ser como ellos, los que son fuertes y tienen el control. 

Todo es bueno casi siempre, pero hay días así, en que despierto con miedo y ruido blanco sin saber por qué, con el alma reborujada y sin saber de dónde empezar para poder desenredar. Y desayuno un cuartito de clonazepam nada más para pelear a ese gusano que traigo en mi centro, no siempre funciona como quisiera pero lo calma y eso, al menos para mí, es mejor que nada.

Entonces leo que hay gente que dice que lo que siento no es real, que es mental o que es mi culpa. Que no necesito medicamento; que el ejercicio lo puede todo; que el amor; que pensar positivo. En serio lo intenté todo pero no funcionó. Según muchos, cada quien debe poder solo y sin asistirse de nada porque si ellos pueden, ¿Por qué los demás no? Es porque somos débiles. Blandengues. Nos hizo falta mano dura.

Hay quien se burla de la gente que habla abiertamente de sus cuestiones mentales y los tachan de presuntuosos. No dudo que haya quien quiera sólo atención, pero me parece hermoso que cada vez más personas se abran y compartan que están atendiéndose. Pero hay molestos también por eso y no lo entiendo. 

Pero yo ya nunca entiendo nada, porque aunque desde hace tiempo me siento bien -demasiado, diría yo-, hay días en que abro los ojos y lo único que puedo hacer es vomitar para ver si así puedo sentir que me vacío; huelo mi pedazo de jabón que traigo en el bolso y las respiraciones entrecortadas empiezan a hacerse más profundas; me doy masajes en las manos (ya no lloro casi, no puedo) y, claro que sí, empiezo a rezar lo mismo mientras se pasa. 

Vivir con el alma reborujada es muy cansado, pero sigo buscando la hebra para empezar a deshacer los nudos. 

23.10.19

La Memoria del Cuerpo.

Todavía me pierdo entre las fechas pero estoy -casi- segura de que fueron el 21, 22 y 23 de octubre del 2016 aquellos días en los que sentí que no vería la luz del siguiente. Después fueron los otros meses, yo diría que casi el año pero si me doy mi lugar y reconozco que de verdad me esforcé e hice -no lo imposible- lo impensable, debieron haber sido unos nueve.

Desperté con una maraña en la pelvis, o vientre, o chakra principal, o lo que sea, pero no entendía porqué. Después de tanto, ya distingo la ansiedad y el pánico de los simples nervios. Ésta vez era una mezcla de los tres.

Aparte de mi centro hecho nudo, tenía taquicardia, temblores, zumbido en los oídos y respiraba a medias, todo lo físico indicaba que venía el colapso, esta vez no traía ni un pedacito de Clonazepam en mi bolso (que lo cargo para casos así), pero mi mente estaba bien; mi humor era bueno y mi actitud también. Cuando mi cuerpo y mi mente se contradicen -no pasa seguido- tiendo sólo a sentarme y dejar que llegue el golpe final para ver cuál ganó. Sin hacer nada. Terminé en el baño, como siempre, el vómito es mi pasiflora.

Entonces vi el calendario (tengo 3 días escribiendo esto), 21 de octubre. Recuerdo que Deni me mandó un mensaje preguntándome si aún seguía con L; "pues sí, está en la casa, yo con mis papás, ¿por?" y ahí me dijo que alguien lo había visto con una tipa en un bar muy sospechoso. Conozco, quiero y confío en Deni completamente, sé que no diría algo sólo por lastimarme.

Era viernes y yo esperaba las 5 pm para llegar a 'nuestra casa' a confrontarlo. Nunca un camino me pareció tan largo; nunca un paso lo sentí tan lento; nunca un dolor lo sentí tan real aunque yo sabía que no existía. El amor no duele, el desamor sí.

Lo único que quería era llegar y que me dijera que era mentira, que era un chisme, que yo era el amor de su vida, como tantas veces me lo dijo antes, y quedarnos abrazados juntos porque al día siguiente era su cumpleaños.

Nada más diferente a lo que yo tenía como escenario. Él no dijo nada, yo lloraba, como implorando una mentira que me sacara de lo que sentía, pero él se limitaba a negar con la cabeza. Le di su regalo porque yo para qué lo quería. Él se salió más tarde porque era su cumpleaños y tenía que celebrar, lo nuestro podía esperar. También me salí de esa horrible casa que nunca sentí como hogar y que tanta angustia me daba para ir a casa de uno de mis amigos.

Volví como a las 12 am a 'nuestra casa'; desecha, rota y desorientada; a eso de las 3 am llegó él con la tipa con la que lo habían visto "a seguirle". Ajá, a nuestra casa llegó con la mujer que se supone era el motivo de que terminaríamos. Sí fui muy estúpida pero alego a mi favor que de repente creía que por el amor se luchaba y yo estaba casi segura -aunque había mil señales de meses anteriores de que ya no estaba enamorada- de que era el hombre con el que tendría un proyecto de vida. Mi vida. Nuestra vida.

Drama. Drama. Drama.

Él sólo quería un lugar donde poder tomar después de que le cerraran todos los bares y ese lugar, decidió, sería nuestra casa. Yo llorando en la habitación y él tomando con ella en mi sala (porque TODOS los muebles eran míos). Salí del cuarto, más drama, y ella terminó yéndose. ´Él se fue detrás de ella.

¿Ven cómo sí fui estúpida? Todavía tuve el descaro de volver con él en diciembre. Preséntenme la dignidad, por favor.

22 de octubre. Todo mi día fueron lágrimas y yo empacando en bolsas, cajas, cobijas, lo que -se supone- era nuestra vida juntos. En 24 horas me quedé sin nada; sin ideas de qué seguía después de que el amor te traicionaba, sin planes, sin confidente y sin confianza. A pura sal en la cara de tanto llorar, no podía hacer otra cosa, no tenía idea de porqué a mí si yo era tan buena (estúpida) y tan comprensiva (estúpida). Mi error también fue que no tomaba como él quería, porque eso era importante en nuestra relación, tener problemas con el alcohol. Claro que me gustaba pero también quería quedarme en casa haciendo nada; él no, se deprimía. Parecía que su espíritu se alimentaba de lo social (redes, fiestas, bares). No fui suficiente (ESO CREÍA, YA NO).

Diana es mi prima pero es mi mejor amiga también, recién había salido de una relación que quiso mucho pero -ahora lo dice- lo mío fue más dramático y no se dio oportunidad de llorarle porque estaba cuidándome. Me ayudó a empacar, llegó borracha con un amigo suyo, boxeador, que quería ir a buscarlo para 'partirle su madre'. "No, en serio lo matas de un golpe, no es necesario". Toda la noche estuve llorando y empacando, parecía que le hacía un rito a cada cosa que metía en una bolsa o una caja. Odio los sepelios y eso era muy parecido.

23 de octubre. Con toda la vergüenza del mundo, les dije a mis amigos en el chat de Whatsapp que había pasado esto y necesitaba ayuda para salirme de esa casa; respondieron y en un momento estaban afuera con camionetas y coches para ayudarme a bajar y llevar mis cosas a la casa de Diana, que era a donde llevaría todo mientras buscaba un refugio nuevo (spoiler: encontré algo inmejorable)

Era domingo y yo en verdad estaba rota, pero ahí estaban ellos, muchos, conmigo y sin juzgarme. Mi hermana, mi prima, mis amigos e incluso la novia, que ahora es esposa, de uno de ellos que así, sin pensarlo, llevó la camioneta de sus papás para ayudarme a salir de ahí; dijo que recordaba una situación similar con una de sus mejores amigas y desde ese día la quiero más. Comenzó a llover fortísimo, muchos recuerdan ese día porque no suele llover así, bromeaban con que dejara mi furia un ratito, yo nada más decía que era tristeza.

Luego llegó L y estaba afuera del edificio. Ahora sí quería hablar, después de casi 3 días de borrachera porque pues... Era su cumpleaños y ese gusto no se lo iba a quitar nadie, ni con la que se quería casar y tener una familia. No se acercó porque supongo tuvo miedo/pena/algo de ver a mis amigos enojados. Me fui de ahí más o menos a las 8 de la noche. Lloré mucho cuando dejé a los perros porque no se merecían la vida que les daba, me culpé un montón porque pensé en robármelos pero ni yo tenía casa, ¿A dónde los podía llevar?

Llegué a casa de mis papás con dos maletas. Llorando. Les dije que no había funcionado. No les mencioné lo de la infidelidad porque vaya si soy estúpida, en mis adentros, algo me decía que eso se iba a componer y volveríamos a nuestro proyecto juntos.

Y fue el 23 de octubre de 2016 el día en que dejé esa casa que tantas lágrimas me dio. Vacía. Con su ropa, que era lo único suyo, encima de una cobija.

3 días que parecieron uno.

Y pensar que todo esto salió de que sentí el vientre revuelto y vi el calendario. La memoria del cuerpo es impresionante. Ojalá también ella ya lo dejé ir. 

16.9.19

...

Yo quería escribir mis reflexiones sobre el 10 de septiembre pero anoche, no sé porqué, decidí quedarme viendo TV con mi perra que resultó en una velada de confesiones de 5 años después que me parecieron fáciles y hasta graciosas de decir y de leer/saber en ese momento, pero hoy -el día siguiente- desperté con una sensación de vacío nada más de pensar en los hubieras'. 

Quizá me habría evitado el dolor más grande de mi vida. 

Nunca lo sabremos, pero no era el momento. Estaba tan segura de unas cosas y tan insegura de otras que, como dice uno de mis exjefes "ante la duda, Sandra, es un no".

Hasta ayer me jactaba de sentirme tranquila y no querer nada más que no fuera eso: tranquilidad.

Pero luego desperté con las ideas hechas nudos porque ya no puedo dejar de pensar en mí en otros escenarios y me puse a llorar, como siempre, porque me doy cuenta que mi tranquilidad es de azúcar y que cualquiera que me plantee otros caminos que debí haber tomado en tiempo pasado me vuelve chiquita porque soy la reina de los escenarios inexistentes y en mi otra vida, en aquella donde me fui por otro lado, quizá soy muy feliz al lado de quien, en aquel momento, no me supe quedar. 

En fin... Es horrible seguir creciendo. Ahí para la otra. 

18.1.19

2019

Oigan, traten de ser felices con lo que tienen, vivan la vida intensamente, luchando lo conseguirán.

Que todo lo bonito los lleve de la mano, y que si pasan por algún mal rato no sea en vano y deje la huella de una gran lección de vida.

- Abracen mucho, cada que puedan.
Rían hasta cochinear; un estudio inventado por mí, arrojó como resultado que una risa con cochineo es una cadena de carcajadas de efecto duradero.

- Coman todo lo que puedan, cuando puedan; llegará el momento donde les falle la dentadura y se arrepentirán de no haber mordido esa palanqueta.

- Bailen, bailen mucho. Los pasos más originales son de aquellos que dicen que no saben bailar.

- Quieran hasta romperse, pártanse el hocico, apuéstenlo todo, si no funciona que no quede en ustedes. No tienen que portarse como el otro, stay classy.

- Nada es para siempre. Ningún corazón se rompe para toda la vida, denle chance a otro de ayudarles a juntar los pedacitos.

- No se espanten con los perros pateados, todos hemos sido uno alguna vez, pero si se topan con un fan del dolor amoroso, huyan sin explicaciones.

- Háganse confidentes de su soledad; me he enamorado muy fuerte pero nunca sufrí por no tener a alguien conmigo, lo que deriva a que todo llega cuando así debe ser.

- No forcen las cosas, si el zapato no es de su calce, déjeselo a otra cenicienta.

- Ahorren. Aunque el dinero no lo es todo, es el que costea todas esas cosas bonitas como viajes, conciertos y juguetes de esos que les hacen sonreír.

- Y repito: No es su obligación querer a quien los quiere; pero tampoco sean hijos de la chingada y anden dando esperanzas de que van a querer.

- Una vez que saben que alguien los quiso como a nada, no acepten una oferta menor.

- Está bien ridículo decir esto pero crean en lo que quieran, no hay nada más triste que un hombre que no tiene en quien creer.

- Traten bien a los niños y a los animales. Sean educados, amables. No sabe lo poderosa que es una sonrisa ante quien no está acostumbrado a recibirla.

- Por favor y gracias, palabras de poder; SIEMPRE.

- Pueden tener exceso de confianza con sus padres pero respétenlos. Si un día están en modo nefasto, hostil, harto o lo que sea, díganlo y enciérrense, los demás no tienen la culpa de ello, doy fe.

- Escriban, lean, escuchen, prueben, atasquen sus sentidos, no se queden con las ganas.

No tropiecen dos veces con la misma piedra; puede cambiar de posición o hasta de lugar pero la piedra será la misma.

Si yo pude; ustedes también.

Y lo más notorio; cambia el año pero si la actitud sigue siendo la misma, olvídense de cualquier mejora.

Feliz, muy feliz vida a todo el que lea esto.

*Escrito en diciembre de 2015. Extrañamente, en enero de 2019 siento que me queda mejor incluso que cuando lo pensé.

Quédense. Se pone bonito.

7.6.18

4 velas.

Mis muertos son 5; mis 3 abuelos, mi amigo Pedro y mi primo Johnatan. Hay personas que he estimado y hasta querido mucho pero no están en mi lista de voces que me duele -porque duele- saber que no volveré a oír u oler sus humores.

Mi primo "Mini" es el más reciente, hoy cumple 4 años de que su corazón ya no latió y pudo descansar él y su familia de lo desgastante que vivieron sus últimos años. El 25 de julio, si no me equivoco, cumpliría 29 años.

Últimamente me enojan muchas cosas que no puedo controlar; el abandono de niños, el maltrato, el abuso, el puto cáncer, los indigentes, el cinismo, la deslealtad, la soberbia, el oportunismo, la ignorancia frente a tantas cosas pero ahí lo dejo o enloquezco.

Hace 4 años yo estaba velando a mi primo y le pedí permiso de ir a la Plazuela Miguel Auza a ver a Real de Catorce porque, raro... Muy muy raro, José Cruz ha coincidido en Zacatecas en momentos donde he estado en mis puntos más bajos (4). También, casualmente, tiene un disco muy bonito llamado "Mis Amigos Muertos".

Tengo X cantidad de primos a los que quiero mucho pero no nos engañemos, siempre hay favoritos; los cercanos. Mini y Vlady -su hermano- son (sí, en presente) de mi casa. Al igual que Diana y en los últimos años, Nadia.

Escribo esto mientras ya suena Agua con Sal "mama, soy la oveja negra en tu nido,
mama, prende una cerita por mí.
No me busques más, déjame vivir así..."

Y dentro de todo, me consuela el saber que sí vivió como le dio su chingada gana.

Gracias por habernos querido, Mini ❤

7.9.17

También pasará.

No sé bien cómo comenzar a escribir esto porque creo que toco fibras delicadas que, posiblemente, exhiban de más mi privacidad a pesar de que no suelo ser muy cuidadosa en esos aspectos.
Tengo desde noviembre que no escribo por gusto.
Así como dejé de reír, de ir al cine, de escuchar música, de leer; de vivir con gracia porque me sentía señalada después de que terminé con el que yo creí sería el padre de mis hijos.
A pesar de una infidelidad en noviembre, que él niega, volvimos y terminamos definitivamente en abril. Es todo lo que escribiré al respecto de cómo se dieron las cosas no por respeto a él sino a mí, y a que de verdad me apena reconocer que permití cosas que ahora -a conciencia; sin sentir amor ni ningún tipo de sentimiento bueno- sólo me recuerdan lo frágil de mi humanidad.
Ayer, 5 de septiembre, en mis recuerdos de Facebook salió el tráiler de una película llamada “Damsels in Distress” donde trata, de manera cómica, la atención al suicidio. En una escena, Violet, deprimida, se va a un motel con las intenciones por las que lucha cuando de pronto huele un jabón y toda su perspectiva cambia y vuelve a su vida normal’.
De no haber sido porque doy fe de que un jabón puede salvarte la vida y el cómo esa escena se quedó en mi psique, no escribiría de esto tampoco. Hoy, 6 de septiembre, comencé un hilo en Twitter, desahogándome, de cómo viví en la suciedad mientras estuve con aquel; triste y deprimida (según yo enamorada y por supuesto ciega) porque aunque yo intentara tener una casa limpia para sentirme menos miserable; él no lavaba su plato o lo dejaba en la barra de la cocina; tenía un desorden con sus perros, además de que mis muebles eran un asco gracias a que él no les limpiaba y así convivíamos. Los perros no tenían la culpa.
No sé quién vaya a leer esto y a veces me da miedo que llegue a ojos de mis papás, hermanos o sobrinas; los demás son lo de menos.
Todo abril fue un subibaja porque mi yo emocional quería una cosa pero mi yo racional sabía claro que no debía estar ahí y que debía dejar ir; por supuesto que mi yo emocional le metió un chingadazo y me fui al hoyo.
Abril y mayo fueron meses difíciles. Los más en mis 33 años donde gracias a mi doctor, a mi trabajo, a mi familia y amigos y a un desconocido que mencionaré más adelante, pude pasarlos. No puedo culpar a aquel de que se haya involucrado con una loca diagnosticada pero sí puedo hacerlo de que me presentara la ansiedad y el pánico. Lo peor de mí; lo más triste de mí; lo más temeroso de mí; lo más patético y lo más peligroso se hizo presente. Estuve tan fuera de mis cabales que cada día despertar en una casa y no en un hospital, en una celda o en un manicomio, era un logro.
Incluso topé mis límites de convicciones; fui con un chamán, con un padre, lloré en la iglesia y le reclamaba a una cruz, medité y todas las noches le rezaba a la virgen para que me abrazara de alguna manera y no me dejara morir; no por esto, no esta vez.
La ansiedad se volvió mi acompañante más recurrente y el vómito mi mejor amigo. Fueron dos meses en los que el sólo saber que alguien que me había dañado tanto seguía vivo, me generaba un ataque que me llevó más de un par de veces al hospital porque yo misma -la mente es cabrona- con mis ideas hacía que me bajara la presión, comenzara la taquicardia, la hiperventilación, los sudores hasta llegar a caer inconsciente. En la noche me metía un pañuelo en la boca porque ya no controlaba el movimiento de mi mandíbula y me daba miedo arrancarme la lengua mientras dormía. El espejo volvió a hablarme, como siempre, pestes de mí misma. 
Vomitaba, cuando eran días malos, más de 30 veces al día; cuando era un día normal, 20, hasta llegar al punto de ya no poder dejar de hacerlo. Vomitar me hacía sentir bien, me sentía tranquila cada vez que lo hacía, me sentía drenada y limpia de todo los malos deseos y los pensamientos recurrentes que traía. Era como vomitar al diablo.
Un día de tantos, vomité tan fuerte que sólo eran ácidos estomacales con sangre y me hice pipí, sí; vomité e hice del baño al mismo tiempo. Ya no tenía control de esfínteres. Y así siguieron los demás días, eso fue todavía en abril.  Mis espasmos al vomitar y la presión que hacía era tan fuertes que, al no tener qué apretar, lo hacía con mis piernas y un tubo del baño para discapacitados al que siempre iba, ese baño en el que tantas veces me pedí perdón, lloré, me pregunté porqué y fue testigo de mi época mas baja. No hubo fotos pero los moretones en mis piernas y las uñas caídas por la fuerza con la que tomaba ese tubo eran de llamar la atención.
En una de esas veces, siendo casi mayo, no recuerdo el día. Saliendo del trabajo me subí al autobús a mi casa y todo normal (al decir todo normal me refiero que era yo en estado zombie, sin expresión facial alguna). 
Desde niña tuve tendencias suicidas pero me juré nunca hacerlo porque tengo padres, fue muy difícil y lo creía imposible pero no. Como siempre digo "cuando ya puedo hablar de esto es porque ya pasó y estoy bien". 
Esa vez se abrió la puerta trasera mientras el camión iba en marcha y a mí me pareció tan fácil dar un paso, que en este caso era un escalón, cuando de la nada salió una mano como queriendo atraparme; obviamente no lo hubiera logrado pero para mí fue más bien como un trancazo en la frente ver esa palma que me hizo tomarme otra vez del tubo y ya no me dejó avanzar. Me dio mucha vergüenza con ese desconocido y me bajé a pesar de que no era mi parada. Lo vi, le dije gracias y perdón y me fui.
Le platiqué todo lo anterior al doctor y tristemente viví sedada por casi dos meses; Quetiapina, Sertralina, Risperidona, Clonazepam y Escitalopram. Subí de peso, se me cayó el pelo, las uñas, dejé de menstruar y... Dejé de ser.
Entre terapia, amigos, familia, mi perra ¡Ah, mi perra! Estopa comenzó a hacer del baño incluso dormida, así como yo; dicen que los perros sienten cuando sus dueños están mal y ella lo resintió muchísimo. Eso sí será algo que nunca perdonaré.
Han pasado casi seis meses y yo voy bien. Eso creo al menos. Sigo mi tratamiento, yendo a terapia, re-conociéndome e intentando volver a quererme porque no se puede tener amor propio viviendo como yo lo hacía.
El camino parece cada vez más corto pero a veces tengo bajas y las pequeñas cosas para mí son los actos de valentía más grandes; salir en fin de semana, andar sola después de las 7 pm por la calle, pasar por los lugares comunes, etc...
Sé que más temprano que tarde lo veré de frente y no sé qué reacción tenga. Yo espero nada más pasarlo como se pasa a una piedra que se esquiva; que ahí está pero no te sirve de nada, ni para dirigirle una mirada.
Me hice mucho daño y me pido perdón todos los días. También me digo que soy bonita e inteligente y que esos miedos que me dejaron no me pertenecen y debo devolverlos; cada vez sonrío y río más, hago planes y retomo mis gustos. Qué bueno que no me morí.
Porque toqué fondo y lo rompí; yo no me impulsé como dicen todos que se hace... Todavía me duelen los puños.
El 10 de septiembre es el Día Internacional para la Prevención del Suicidio y si se sienten confundidos o abrumados; si están aturdidos y no están seguros de algo tan 'fácil' como vivir, platíquenlo con alguien, de preferencia un especialista. 
Si su soledad o su orgullo es mucho como para no aceptar hablarlo con alguien, de frente... Mis mensajes en Twitter están abiertos, mi perfil de FB es https://www.facebook.com/san.dredg y mi correo es sandrama.campos en Gmail, lo reviso diario y a cualquier hora.
Yo ya estuve ahí y créeme; lo vamos a pasar.

30.8.16

Costumbres.

Hay tradiciones, costumbres, rituales o como le quieran llamar que, independientemente de nuestra postura religiosa -o de cualquier tipo-, creo son importantes mantener no sólo por el hecho de continuar algo que la familia arrastra desde sabrá Dios cuándo, sino por el vinculo atemporal que crean entre quien se esmera en mantenerlo y quien es testigo de cómo se prepara; del recuerdo que se siembra; del momento que se guarda en la memoria de ambos.

Actualmente, ya en mi edad adulta (adulta, no madura) y un poco reacia a la fe; las creencias y todo lo que no tenga una base científica probada -a pesar de no considerarme atea sino una religiosa convenenciera- me resulta difícil introducirme, y quedarme, en ciertos ritos de mi mundo contemporáneo.

Confieso que me está resultando aburrido cuestionarme todo, lo descubrí hace poco tiempo pero así es. Era más fácil de niña donde todas mis pequeñas complicaciones las dejaba en manos de un Dios; mis juguetes a Santa Clos; mis dientes al ratón; mi cielo y mi infierno; mis santitos para que no me regañaran por alguna tontería infantil; mis cosas intangibles que me platicaban mis abuelos para que me bien portara. De adulta ya no tengo a quién echarle la pelotita para no hacerme responsable de mis actos.

No sé hacer preámbulos.

Todo lo anterior se reduce a un recuerdo que me llega a tocar las ventanas del alma cada que una muerte que sientes que te duele por N cantidad de razones, sea o no sea alguien directo.

De chiquilla, recuerdo claro cómo mi mamá, cuando alguien fallecía (ella sí lo hacía con cercanos, a menos que le afectaran en su maternidad) iba a la tienda, compraba una veladora, ponía un perrito de plástico y un vaso con agua. Como a muchos, creo que le afecta más cuando el difunto es joven o muere de forma repentina. Me explicaba que la veladora era para que iluminara su camino; el perrito para que lo guiara y ayudara a cruzar el río (cosas de católicos) y el vaso con agua para la sed en su trayecto.

Yo me quedaba media noche esperando a que se consumiera la veladora, a que bajara el nivel del agua y que el perrito hiciera un mínimo movimiento. Nunca pasó y qué bueno porque ahí me habría infartado.

Entonces, mi naturaleza aprehensiva no me dejaba cerrar los ojos por días, de sólo pensar en los espíritus que todavía no lograban pasar el río porque estaban asustados y confundidos. Mi mayor tristeza era pensar que sufrían porque todavía no concebían que su alma ya no estuviera en su cuerpo; que, por la muerte inmediata, hubieran dejado asuntos pendientes; peleado con su familia... Mil cosas que podría mencionar pero no quiero. Mi empatía extrema me colocaba en el lugar del muerto y comenzaban los ataques de pánico y de ansiedad al pensarme en esa situación. Nunca pasó de un susto.

Y es ese tipo de rituales que me siguen gustando, más muchos otros, que quiero que sigan en mi descendencia. No importa que sean bastardos de creencias o perdidos de su fe, hay cosas que, pienso, no debo dejar morir en mi genealogía.

Vuelvo a escribir. Juan Gabriel murió hace dos días, el domingo 28 de agosto de 2016, de un infarto fulminante, y a muchos nos dolió su partida porque podría jurar que estuvo presente en los recuerdos; en las familias; en los momentos de, a excepción de unos muy pocos, mi generación; la de mis padres y abuelos.

Hoy tengo el pesar, porque sí lo es; me pesa, que esté asustado y todavía no sepa qué pasa a su alrededor.

Yo aquí le pongo su veladora con su perrito y su vaso con agua.

Llegarás con bien, a donde debas llegar. Porque si mi mamá me dijo que eso era para cruzar el río con bien, le creo.

Que seas muy feliz estés donde estés...

15.8.16

La Señorita Vacío


Un día, cuando era niña, vi a una señorita llorando en una banca de un jardín. Hacía como que se escondía pero yo -experta en llanto- notaba a leguas su irritación en el antifaz alrededor de los ojos y los restos de Kleenex que le quedaron, al haberse limpiado supongo. Mi mamá veía unos zapatos y yo, argumentándole cansancio, le dije que la esperaba sentada en el jardín del frente. En aquel entonces no podía despistar que la veía porque los celulares aún no estaban al alcance de todos, mucho menos de una niña de once años.

No le pregunté qué le pasaba porque me dio pena, creo que a ella también porque se levantó y se fue. Antes de perderle la pista, me miró y no supe a dónde voltear así que la vi también.

Mi personalidad aprehensiva, desde que recuerdo, me hizo fijarme en su mirada y más que tristeza sentí miedo; tenía ojos pero no mirada, o sí, pero vacía, perdida, oscura... Como si alguien le hubiera metido los dedos por la cavidades oculares y en vez de los globos hubiese extraído su esencia. La chica era un vacío, si te asomabas a través de ella, podías escuchar tu eco. Era un muerto respirando. Viva, pero no. Como si su corazón no latiera; rugiera.

Porque en esos tres segundos pude ver tristeza, enojo, decepción y todas las fases de un duelo en un instante. Ella no era ella; la habían robado de sí misma.

Nunca sabré qué fue lo que le pasó pero yo tejí un montón de trenzas con todas las historias que le inventé. A los once, mi imaginación ya era muy dramática pero todavía tenía sueños, ilusiones e incluso esperanzas. Quise pensar que, lo peor para mí: la muerte, no era el motivo de su hueca mirada y, al final de todo, la dejé aclarar las cosas con el que la había decepcionado.

Mi mamá volvió con zapatos nuevos y yo con una historia qué inventarme, tuve veinte minutos de autobús de regreso a casa para poder llegar y escribirla en el aire.

Porque a los once puedes ser lo que sea, pero siempre va a ganar la cursilería y tus ganas de que el amor triunfe por sobre todo.

Procuren nunca vaciarse, puede haber una niña metiche que los recuerde 21 años después y qué tristeza ser ese adulto al que describieron como hueco, y no precisamente de sus piensos. Si los descubren, háganle una mueca o finjan una sonrisa.

No sean el vacío caminando.

Más importante que llamarse Ernesto, es elegir la banda sonora de tu vida.