2.9.13

Un puñado de coincidencias.

Escribí una entrada sumamente larga y a Blogger se le hinchó no guardarla, ni publicarla. Nada.

El punto es que me caí de la bicicleta mientras escuchaba Un Puñado de Coincidencias frente al único puesto de dulces que había en un largo tramo. Vi el pasto y las hojas secas a la altura de mis ojos porque puse las manos y no alcancé a irme de cara; la bicicleta cayó del lado del asfalto y tres señoras se acercaron a preguntarme si estaba bien, buscando si no estaba sangrando, y a un policía para que me llevara con alguien a que me revisara. Todo fue muy rápido. Me torcí la canilla y el tobillo izquierdo sin poder apoyarlo bien. Tardé unos minutos en recobrar la conciencia que no había perdido pero me sentí algo desubicada. Una de esas señoras me persignó y dijo que no estaba sola, supongo notó mi acento.

Seguí avanzando aunque en verdad dolía todo. Me estacioné, saqué mi libro, mis lentes y mi termo y me recargué en un árbol. Irónicamente, empecé a leer Morir Más de una Vez; un día antes de un aniversario que quisiera no recordar pero ya está en mi cabeza y no puedo desecharlo todavía. El puñado de coincidencias.

Después descubrí la pierna, le eché agua porque estaba aterrada, al momento de hacerlo, cayó un pedazo delgado de piel -hacía tres meses que me caí por mi culpa y la de un tacón en el lodo-, yo decía que cada que doblaba la rodilla sentía que se abriría de nuevo la herida; me respondían que eran mis nervios. Al ver cómo se desprendía esa capa cutánea me di cuenta que también el cuerpo puede ser hipócrita: era una cicatriz falsa.

Ignoré el dolor un rato y sólo me quedaba pensar en cuántas cicatrices falsas he de tener, o hemos, para pensar que una herida está sanada. Cuántos perdones no son sinceros o cuántos recuerdos hemos tapado con una capita de piel haciéndonos creer que está regenerada. Todo se metaforizó'.

Me levanté después de dos horas. Ya no podía pero estaba a tres minutos de casa. Me dolía caminar por el tobillo torcido y pedalear por los raspones. Un tránsito o policía, no recuerdo, preguntó si me pasaba algo. "Me caí hace un rato pero ya casi llego a mi casa, gracias", no había tráfico y me ayudó a cruzar la calle, luego me dijo "con cuidado, hija, Dios te bendiga". Le sonreí y seguí pedaleando.

¿Qué hacía yo con dos bendiciones de desconocidos en un sólo día? ¿explotar? Gracias, nada más.

Parecía que, aunque se rumora fue estrepitosa mi caída, todo estuvo donde tenía que estar para que no pasara a mayores. Causalidades; no casualidades. Un puñado de coincidencias (?)

Lo que a la gente le falta es caerse de la bicicleta más seguido; recibir bendiciones y ayuda de desconocidos y descubrir si sus cicatrices son falsas para ver si en verdad hemos perdonado o sólo estamos lleno de capas hipócritas para hacernos creer que todo está bien.

Esa canción tan coincidente con todo mi día. Ya me hacía falta.

Más importante que llamarse Ernesto, es elegir la banda sonora de tu vida.