24.10.11

No puede ser reseña una experiencia.



Según datos, éramos aproximadamente 85 mil asistentes, 85 mil almas al son de un estribillo, haciendo coros a la par de los mismos protagonistas, 85 mil personas que para la que escribe no existieron porque en ese momento era sólo ella, eran sus 8 años de espera,  eran sus “N” cantidad de horas invertidas en desglosar cada canción, cada una era escuchada según los instrumentos que incluyera, la voz merecía más de 8 repeticiones para reconocer el tono, color, tesitura y cosas rimbombantes en términos musicales a los que es ajena, era el motivo por el que comenzó a obsesionarse con el desarme de las melodías, una vez para la guitarra, otra para el bajo, otra para la segunda guitarra, otra para las percusiones, y así hasta entender cada sonido; era a sus 20 años, el descubrimiento de un mundo musical por sí misma, sin influencia de nadie, sin recomendación de alguien, el azar fue lo que la hizo alguna vez encontrarse con algo completamente distinto a lo que estaba acostumbrada, sí, Napster tuvo mucha culpa de ello.

Después de 8 horas de viaje, 2 horas de buscar comida y otra más para ponerse de acuerdo entramos, ahí la emoción todavía no la poseía, sólo se dejaba llevar por el ruido que ya estaba emergiendo de los 4 escenarios, había una programación pero también tanto qué escoger que nunca se respetó; sin comer porque el hambre era nula, sin beber alcohol porque tenía que estar en sus 5 sentidos, sin perderse de con quien estaba, sin idea de lo que iba a pasar. En su caso las expectativas eran inexistentes, no las había imaginado siquiera, era mucha responsabilidad tanto para quienes han marcado su vida como para ella misma, no pensaba ponerles tal peso encima.

Alrededor de las 8:30 pm comenzó el ajetreo, de entre la oscuridad se encendieron las luces del escenario, la emoción era tanta que comenzó un dolor abdominal de lo más ridículo al cual le hizo caso omiso, después la taquicardia y las ganas de vomitar, siempre fue rara hasta en su forma de expresar emoción, esa era la más grande que haya tenido, incluso más que el día de su titulación, mucho más. Sabía que comenzaría con una canción del tercero pero al momento de la primera nota, su modo autista se activó y no supo qué canción era la que sus oídos escuchaban, tuvieron que pasar algunos minutos para que recobrara el conocimiento, en efecto, estaba desmayada despierta, consciente pero cegada, no podía reconocer otra voz que no fuera la de ella, sus amigos le hablaban pero sabían que debían respetar y decidieron callar y dejarla disfrutar su momento.

Nunca sabré si lo que hizo erizar mi piel fue escuchar su voz, la sutileza del bajo, el scratch’ excesivo de la mezcladora, lo estridente de las percusiones o la potencia de la guitarra según la canción, quizá fue todo en conjunto, quizá fue el entender que no era yo la única que sentía así la música y que, en un momento de lucidez, caí en cuenta que eran miles de personas quienes coreaban “Glory box” al unísono, misma canción que yo había cantado tantas veces sola en mi habitación, quizá fue el cielo estrellado que pocas veces había dejado que yo lo viera en el Distrito Federal, quizá fue pensar que no soy la única “loca” que quiere llorar cuando reproduce el “Dummy” o siente escalofríos cuando le da play al “Third”, quizá nada más quiero pensar que era un regalo que no sólo yo, sino muchos ya nos merecíamos, tengo casi 28 años, 8 de ellos esperando por ese día.

Según el pronóstico del tiempo sería un clima nublado y posiblemente con lluvia, pasó todo lo contrario, no tengo idea de la temperatura a la que estuvimos pero el sol era nuestro verdugo, aún así valió la pena la insolación que varios días después sigo sufriendo, ni las ampollas en la garganta, la fiebre, el ardor de piel por tanta exposición, la afonía vocal, ni la nariz que sigue sangrando todos los días podrían hacer que me arrepintiera del 15 de octubre del 2011, hasta el momento, uno de los mejores días de mi vida, sin discusión alguna. El clima no estuvo de nuestro lado, pues el astro rey en verdad estaba castigante, pero la música sí. Gracias a lo que sea que me hizo ser parte de esos miles de oyentes. Uno de los tantos que fuimos testigos de “Wandering Star” a una guitarra.

Al hacer el recuento, resulta casi mágico descubrir que hay personas que disfrutan tanto como uno mismo la sincronización de sonidos, 85 mil entes en un mismo lugar, todos congregados con un mismo fin, “The blackness of darkness forever”.

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