25.10.11

Cabeceando junto al fuego.


Te contaré una historia.

Imagínate una pradera color amarillo dorado, es octubre y los trigales ya no son verdes, el sol ya no quema por lo que es necesario incendiar intencionalmente los pastizales para eliminar la maleza, a lejos, no tanto, algunos 500 metros se observa una choza de aproximadamente 10x10 metros, no era tan pequeña aunque tampoco tan grande, bastaba con un cuarto y el resto que fungía como estancia, comedor, cocina y una pequeña chimenea que se encendía todas las noches para aminorar el frío, el clima era ambiguo, de día no podías estar sin sombrero alguno que te cubriera de las inclemencias del sol, de noche no podías pasar sin un gabán y el fogón encendido o amanecías con la sangre congelada, una jarra de peltre con canela y pan hecho por ellos mismos en el horno que estaba a un lado de la cabaña, un horno de adobe que se utilizaba todos los días para hacer el pan de la merienda, a unos metros más, medida permisible, se encontraba una letrina, contigua de un corral donde había una vaca llamada Úrsula y un buey cuyo nombre era Justo, 4 gallinas y un gallo, esos no tenían nombre, tenía una cerca color madera porque no había pintura blanca para decorarla como es acostumbrado, en la contraparte de donde se encontraba el corral estaba la bodega donde se guardaba la pastura y las herramientas de Don Julián, esposo de Doña Mercedes, podrían ser casi autosuficientes de no ser por cosas que en verdad necesitaba y entonces debían ir al pueblo en su Dodge 74 que apenas funcionaba, no necesitaban más, hijos tuvieron dos, uno falleció a los 2 meses de nacido por una pulmonía y el otro había desaparecido tras una discusión con su padre, habían pasado 18 años de eso, por ello se resignaron y prefirieron no guardar esperanza.

En las mañanas Doña Mercedes le hacía todo un ritual a Úrsula para que diera la mejor leche de su vida, eso lo hacía diario, por lo que parecía que cada día el sabor lácteo superaba al anterior, mientras tanto Don Julián se dedicaba a cosechar o sembrar según fuera la temporada. Era una vida tranquila, tan tranquila que a veces se quedaban dormidos bajo un álamo que tenía más de 50 años en su propiedad, Don Julián solía tocar su guitarra y hacer canciones nuevas, al día siguiente las olvidaba pero su señora quedaba maravillada porque su hombre se reinventaba musicalmente cada día, no había influencias musicales porque ni la luz podía llegar hacia donde estaban, el agua era tomada del arroyo que aún no había sido alcanzado por los residuos contaminantes de las grandes compañías que distaban unos 200 kilómetros de la granja. 

Podría ser la vida perfecta para quien no busca otra cosa, para otros quizá la más aburrida, para ellos, era la vida que conocían y no aspiraban a más. 

Había días en que se dormían afuera de su casa, podría bien parecer un paisaje de Van Gogh pero era su escenario de ya hace casi 47 años, las estrellas parecían brillar de manera que intentaban formar un acorde, pero Julián era autodidacta, ni siquiera habría escuchado ese término, la luna de Octubre les sonreía, el cuarto menguante estaba de su lado, sin conocimiento de un Cheshire alguno, sólo los grillos se sincronizaban para armar la melodía nocturna, de repente las estrellas bajaban a hacerles compañía, en realidad no eran estrellas, eran luciérnagas que se manifestaban todas las noches, no decían nada, tenían silencios que sólo ellos sabían interpretar, a veces eso dice más que cualquier cosa.

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¿Alguna vez escucharon una canción sin letra y los transportó a escenarios que no creyeron imaginar más que en una película de los años 70's?

Pues eso exactamente sucedió al momento de escuchar I'll tell you a Story de "Nodding by the fire" con su reciente material "At home in the Wilderness", mucho más fácil de imaginar si vienes de un trayecto en autobús de poco más de 8 horas, donde son las 4 de la mañana, mientras todos tus compañeros están dormidos y tú, más despierto que nunca, viendo coches pasar, árboles, postes de luz, animales y mucha hierba ya seca. En ese momento no había en dónde escribir pero esa fue la historia que construí cuando escuchaba esa canción.

Es cuestión de darle play, usa tus audífonos, en el oído izquierdo comienza una guitarra acústica, a los pocos segundos entra una trompeta y en seguida (en el izquierdo de nuevo) las percusiones que desconozco con qué instrumento se logren, seguido por la sincronía de guitarra y trompeta, dejando entrar a los complementos para lograr la melodía. Así podría seguir, inventando una historia con cada canción pero ahora sólo lo hago con aquella que me abrazó y me hizo sentir fuera de un autobús, esa noche.

"Nodding by The Fire", para quien guste del folk, trompetas, armónicas, guitarras acústicas, demás metales y percusiones suaves, para quien disfrute la música tranquila, de esa que te hace no pensar en nada más que sonreír cuando vas caminando, pues podría ser un buen ejemplar. Aunque su carrera como banda es relativamente nueva, creo que, como su nombre lo dice "cabecearán junto al fuego" tanto como ellos quieran.


Aqui el link para que los escuchen.


http://noddingbythefire.bandcamp.com/ 
Más importante que llamarse Ernesto, es elegir la banda sonora de tu vida.