25.1.13

Cuando crezca...


"When I grow up, i want to be a forester run through the moss on high heels, that’s what i’ll do, throwing out boomerang, waiting for it to come back to me"

Llevaba prisa por crecer.

Desde que ese hombre plantó una semilla con la intención de que algún día éste le diera sombra para poder cobijarse en los días de mayo donde la temperatura rebasaba los 30° se cuestionaba por qué el tiempo no pasaba más rápido. No creció solo. Al lado había un naranjo y un limonero que aunque habían sido sembrados con otra intención los cuidaban de igual manera.

Pasaba el tiempo y a pesar de ser el más fuerte era el más inmaduro. Todos los días le preguntaba al naranjo y al limonero si sus ramas se veían más largas, si su tronco era más ancho o si ya tenía algún fruto que quizá no alcanzaba a ver.

Cada año, los otros dos árboles comenzaban a tirar limones y naranjas cuando sus ramas ya no podían con ellos; éste otro seguía preguntándose por qué él ni siquiera tenía el follaje suficiente para dar una buena sombra. A pesar de ello, el hombre seguía cuidándolos con el mismo esmero que cuando los sembró. Los regaba a diario y cada cierta fecha les pasaba una brocha con pintura blanca para que las plagas no llegaran a ellos. Pasaba el tiempo y los que eran niños ya eran hombres que a su vez empezaban a tener descendencia.

- ¿Yo qué hago aquí? ¿por qué yo no me puedo mover? ¿por qué todos crecen y yo no? ¿por qué lo único que hago es tirar hojas cada noviembre?, dijo el árbol.

- Tantos porqués harán que te duelan las ramas. No preguntes por qué, sólo acepta que es por algo. Contestó el limonero.

El naranjo sólo escuchaba las pláticas y era raro que emitiera un juicio. Era frondoso y daba fruto todo el año. Los niños preferían jugar alrededor de él y hasta la abuela optaba por poner la silla de mimbre bajo su sombra. Luego, cayendo la noche tomaba unas hojitas para hacer un té y se metía a la casa.

El árbol siempre de pie pero con toda el coraje en su tronco que había guardado hacia el naranjo fingía que no pasaba nada. El limonero se daba cuenta de todo pero estaba confiado porque creía que no corría peligro el naranjo estando vivos pero inmóviles.

Un día a principios de agosto se anunció una fuerte tormenta proveniente del Pacífico. La familia tomó todas las precauciones quedando lejos del patio por horas.

El aire era tan fuerte que por un momento el árbol se sintió libre, tan libre que aprovechó la oportunidad para balancearse y lograr topar con el naranjo haciéndolo que cayera.

El viento y la lluvia cesaron. La familia salió a ver sus árboles y para su sorpresa: el naranjo por proteger al limonero sacó sus raíces del piso cayendo sobre el árbol.

El limonero sigue dando frutos; el naranjo pudo ser sembrado de nuevo y poco a poco va reavivando y ¿ves esa bonita banca entre los dos otros árboles? Caben tres o cuatro personas para oler cítricos toda una tarde de mayo sin tener que buscar sombra. 

Tan bonito el árbol que tomó forma de banca donde caían hojas de naranjo y de limonero para los tés de la abuela. Tan bonita banca, tan útil y tan simple.

Al fin se sintió parte de algo.





A veces escribo sobre árboles también. O sobre lo que sea.
Más importante que llamarse Ernesto, es elegir la banda sonora de tu vida.