18.2.15

Y jugábamos...

Aquí lo difícil fue que lo que a mí me parecía mal; tu creías que era un juego.

Como los juegos del parque, los de metal que tenían una hoja levantada y terminabas con seis puntadas. O los de madera con los que las astillas se metían entre las uñas y debían cortarte a la altura de de la mitad del dedo para poder sacarte esa astilla.

Esos juegos que a unos divierten pero al que está arriba; le duelen.

Si no hay acuerdo; no hay juegos. Bien simple la cosa que es después de los 28.
Más importante que llamarse Ernesto, es elegir la banda sonora de tu vida.