6.2.14

Éso.

El mejor amigo de mis papás tiene cáncer.

- Hola pa', nada más hablo para que me des la mala noticia ¿quién murió?
- No hay noticias de esas hoy hija, te falló. Qué bueno.

Ayer hablando con mi papá.

Soy ave de mal agüero, dicen en mi rancho.

Una ansiedad de muerte no me dejó respirar bien ayer; comenzaba a hacerlo desde el pecho y no del estómago; mi mano izquierda estaba dormida; no dejaba de vomitar y sentía éso. Éso que siento cuando sé que viene una mala noticia; el hueco en el que meto mi puño a la altura del corazón para apaciguar sus latidos cuando llevan prisa. Éso que me obliga a jugar Tetris porque en mis maneras poco ortodoxas de perder mis pensares está el acomodar cuadritos hasta romper mis propios records. Éso que me hace escuchar una canción con 20 instrumentos hasta identificar el sonido de cada uno cuantas veces sea necesaria. Éso que me gusta hacer y no. Porque cuando lo hago sé que es por la misma razón de siempre: irme de mí.

El estado zen de estos últimos días no viene con el instructivo de qué hacer en caso de que sepas que la muerte de alguien a quien quieres desde que recuerdas está merodéandolo. Sólo ves una mancha negra que se disipa entre los baos humanos en medio minuto; sabes que está cerca. Quizás sí o quizás no. Tal vez sólo vino de visita y hace un estudio de tiempos y movimientos. A lo mejor sabe que a veces es necesaria su presencia para acomodar ciertas cosas que no encajan. O puede ser que esté respirando en mi hombro; se acueste en el lado vacío de mi cama o me acaricie el pelo mientras duermo. Aunque no sea yo su objetivo me sabe débil y quebrantable. Sabe que si a algo le temo no es a la muerte en sí sino a la ausencia póstuma. Sabe que mi estabilidad emocional es tan fácil de romper como poner a un montón de chiquillos a jugar en una cristalería. Sabe que me está poniendo a prueba. Sabe que la palabra cáncer no me gusta ni en el zodiaco.

- Hola papá, ¿Cómo está? ¿es puto cáncer verdad?
- Sí, mhija'. Cáncer de próstata.

La llamada de hoy.

Soy ave de mal agüero, dicen en mi rancho. El mejor amigo de mis papás tiene cáncer.

El compañero de toda la vida de mi mamá al que sólo le lleva dos años de diferencia; su confidente; su hermano; el hijo de mi abuela; mi tío; el señor bonachón al que quieres hubiera o no lazo de sangre tiene cáncer y yo tengo una necesidad muy cabrona de jugar Tetris.

Más importante que llamarse Ernesto, es elegir la banda sonora de tu vida.